En el pueblo de Tinta, en la noche del 4 de Noviembre de 1780, mientras se celebraba una fiesta, el cacique mestizo de Pampamarca, Surimana y Tungasuca, José Gabriel Condorcanqui o TUPAC AMARU II, se sublevó en armas en protesta contra las malas autoridades, por los abusos que cometían los Corregidores en el cobro del tributo y por las injusticias que cometían en el sistema de los repartimientos mercantiles, exigiendo la instauración de una Audiencia en el Cuzco para que hiciera justicia a sus hermanos de raza. Consiguió movilizar un gran ejército entre 20,000 hasta 60,000 personas, compuestos por hombres, mujeres y hasta niños.
Al estallar la rebelión, apresó al corregidor Antonio de Arriaga, quien fue sometido a juicio popular, siendo ejecutado en la plaza de Tungasuca en protesta por los abusos cometidos. Iniciada la cruzada de protesta avanza con su ejército en mayoría armados pobremente con palos y hachas, destruyendo los obrajes de Pomacanchi y Quiquijana.
El 18 de Noviembre de 1780, Túpac Amaru II, realiza su primera batalla en Sangarará, a pesar que los españoles se habían atrincherado en el templo de la ciudad, el caudillo no vaciló en el ataque logrando derrotarlos.
Desde Lampa Túpac Amaru regresó para atacar el Cuzco, pero fue rechazado y tuvo que retirarse a Tinta en donde se libró una cruenta y sangrienta batalla en Checacupe el 6 de Abril de 1781, siendo derrotado obligado a replegarse. Cuando pasó por la ciudad de Langui, en un acto de traición por su propio coronel, fue apresado por los realistas junto a su esposa, hijos y parientes. Llevados al Cuzco, Túpac Amaru frente al corregidor Areche, cara a cara fue donde el inca ante una pregunta sobre cómplices en el alzamiento, contestó la histórica frase: «Aquí no hay más cómplice que tú y yo; tú por opresor y yo por libertador, merecemos la muerte».
El 18 de mayo de 1781 Túpac Amaru presenció la muerte de su esposa, hijos y parientes, quienes fueron ahorcados y luego descuartizados; luego sería el caudillo atado de las extremidades sujetas con sogas a las monturas de cuatro caballos montados por mestizos, los que empezaron a tirar en cuatro direcciones; al no poder descuartizarlo, se le corto la lengua y se le decapitó. Así llegó a su fin la gran rebelión de Túpac Amaru II.